Hay veces que uno sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Y otras que no.
Pues eso. Odio estar en la segunda.
No saber qué se piensa. Qué se siente. Confusión ante la elección próxima. Cada vez más cercana. Sin querer equivocarte. Y pensar: déjate llevar. Y no saber hacerlo.
Todo tiene un coste y elegir una opción hace desaprovechar la otra.
Quizás todo tiene remedio aquí. O no.
Puede que cometas una acción y te lleves el resto de los meses pagando las consecuencias.
Desde un punto de vista sociológico todo el mundo tiene ya su etiqueta.
La chica que se acuesta con todos y la que no se acuesta con nadie, la que habla de sexo más que ninguna y luego no lo practica, la que sólo se desata si bebe jäger; el que liga más que nadie, el que quiere ligar igual que el primero, el chico bueno y sabio que también quiere ligar, el que no liga porque es el típico mejor amigo, el que si no liga se tira a su amiga, el que no sabe como combatir a su otro yo y come pan y ve series todo el tiempo, el responsable y coherente con su elección, y el no etiquetable.
Yo no soy ninguna de ellos. No sé cual puedo ser. Quizás la que busca siempre la incompatibilidad de caracteres.
Pero en definitiva, todos estamos interrelacionados. Todos tenemos un poco del otro, y otro un poco del otro, y la otra un poco de mí.
Algún día pondremos las cartas sobre la mesa. Siempre me gustó hablar de estos temas.
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