lunes, 11 de febrero de 2013

Mi propio show de Truman.

El viento me acaricia el pelo y a la vez me hiela las orejas. La nieve anida en árboles de desconocidas calles. No sé sus nombres. Apresuro el paso. 

Olvidé mi mp4 en el coche de mi padre estas Navidades. Así que ahora él puede escuchar a Joaquín Sabina y a Manolo García, y yo tengo que conformarme con el ruido de las calles de Budapest, que no es poco. 

Escucho el crujir del hielo bajo mis pies. Los coches. El ladrido de un perro. Unas llaves tintinean al abrir una puerta: Erzsébet Krt. 22. No escucho a nadie hablar. 
De repente me tropiezo con un hombre. Me mira raro. Es grande y lleva un sobrio abrigo negro. Le pido disculpas pero no cambia la expresión de su cara. 
¿Pero qué coño? Estoy viviendo mi propio show de Truman y no lo estoy disfrutando. Prosigo. 

¿Qué tiene la gente en su cabeza? Esta gente. Esta sociedad del Este que no habla. 
Lo que yo tengo en la mía ya lo leéis. Quizás sea como me dijeron: 'Belén, tu problema es que no sabes respetar los silencios.' Bah, vaya problemón. 
¿Todo el mundo piensa el mismo volumen de cosas? Como dicen muchos, hay veces que se debería dejar caer algo así como: ¿Enserio fuiste tú el espermatozoide más rápido?

Acabo de sentarme en un columpio de Klauzál tér (Ya, ni puta idea. Ni yo sé como he llegado aquí. Dudo que sepa llegar otra vez). Me he helado el culo. 
(-Ah, pero, ¿te ha cabido? 
-Sí, me ha cabido. Gracias a McDonalds las fábricas de sillas de columpio se han adaptado al siglo XXI y sus nuevas generaciones de niños obesos. 
-¿Para que no les hagan bulling?
-Bullying.
-Bueno, como sea. El que se lleva las hostias en el colegio. 
-Sí, esa es su definición.)

Bueno, me marcho al supermercado. Allí todo es más fácil. 
Ya, lo sé, ha sonado muy Audrey en Desayuno con diamantes, pero al estilo maruja cutre. 
Pero es real. Allí la máxima complicación suele ser: ¿Estos pimientos serán normales o picarán? 


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