domingo, 2 de diciembre de 2012

Las comparaciones son odiosas.

Nada que ver. O sí. Aún no lo tengo claro. Meditaré sobre ello.

La primera vez no me creí que fuese a ser la fiesta de mi vida. Pero lo fue. 
Reí, disfruté y bebí al lado de los míos. Y los no tan míos. Quizás ese fuera el truco. No conocíamos a nadie.
Funcionaba el círculo. Vueltas y vueltas, siempre con vosotras. Encima de Chema. Y vuelta a beber. Acosos. Encima de Chema otra vez. Asombradas de lo que veíamos. Manos en lugares insospechados. Risas. Buceos en forma de huidas. Manos en lugares sospechados anteriormente. 

Segunda ronda. Mismo lugar. Misma gente multiplicada por 10. Noche traumática. Acosos. Pero acosos conocidos. Huidas a través de buceos. Esta vez no había manos, menos mal. Proposiciones más directas. Ahogadillas. Risas forzadas. Gente. Mucha más gente. Ya no asombra lo que ves. Quizás de asco. 

Ahora daba más asco. Ahora eran los tuyos. Menos personas. Más pequeño. Lo cual hace que las estadísticas permanezcan estables. Pero estabais vosotros y los míos. 

Cada vez menos palabras en la secuencia de narraciones. La importancia que tienen las cosas es la que tú le des. Me guardaré mi extensión para más adelante. Ya sé en qué se parecen. No merecen las termas ser tachadas sólo por eso. Ellas no tienen la culpa. Culpables vosotros. Asqueadas nosotras. Bueno, pequeña porción de nosotras. De las mías. 

Dice el gran maestro que, al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver. 
No lo cumpliré. Nunca lo cumplí. Y con las termas menos.

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