sábado, 12 de enero de 2013

Y cada vez más yo, con rastro de vosotros.

Ya sabéis que me gusta escribir, leer y tomar café. Conocéis mi relación amor-odio con los espejos y mi vocación profesional de ser ciudadana nómada. 

En una inocente y estúpida pregunta a mi yo interior, comencé a reflexionar sobre qué teníamos en común Los Palinkas en Budapest. (Cuando hablo de Palinkas hablo de los míos, no de esa horrible bebida húngara. Ellos saben quiénes son).
Partiendo de la base de la situación geográfica en el país de los magiares, en psicología social aprendí, que cada experiencia (a pesar de ser la misma en tiempo y lugar) es percibida diferente por cada sujeto en cuestión. 

Divaguemos. ¿Nos unen nuestros hobbies? Beber jäger no es un hobbie, advierto. 
Ir a Morrison no es un hobbie. ¿O sí?
Quizás sea eso. Son las pequeñas cosas las que nos unen y las grandes nos hacen diferentes. Qué diversidad. Cuánto frikismo y heterogeneidad se respira en nuestro grupo. 

Quizás la clave sea esa, unirnos en todo lo que nos separa. 

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