martes, 5 de marzo de 2013

Explorando otros lares. Bratislava.

De todas las ciudades Erasmus habidas en el mapa, caímos aquí, agradecidamente. Pero se pueden explorar otros lugares. Se deben, de hecho. Y eso hicimos.

Pusimos rumbo a Bratislava. 
Jose Carlos y Jorge nos acogían en la residencia. El turco también nos acogió, pero él no iba avisado. Pobre muchacho, qué hospitalidad infundada. 

Al llegar allí, los taxistas formaban una hilera en la puerta de la estación de trenes. Después del intento fallido de llamar a varios, María le preguntó a uno de ellos que si nos llevaba. Y lo mejor: por cuánto. 
- Fifteen euros. 
- Fifteen nooo, Three euros. 
- Three euros?! Walking!- expresó el taxista moviendo los dedos índice y corazón por el aire, imitando el gesto de andar. (Toma ya, qué arte eslovaco).

Al llegar a la residencia, teníamos que entrar sin parecer de otro sitio. Así que Jose Carlos, decidió que era una gran idea subir las maletas al primero por la ventana. 'Primer piso' y 'metro sesenta y uno' no son términos compatibles. Así que sacó una escoba y... voilà. Nuestras maletas estaban arriba. Ahora nosotras. No os asustéis, subimos por las escaleras. 

La residencia es un buen constructor de relaciones. Relaciones de guetos Erasmus, evidentemente, pero con mezcla de países. Borrachos hay en todos lados. La cocina está establecida como punto de encuentro. Es como la sala de estar de vuestra casa, que fue la nuestra. 

Salimos. Bebimos. Bailamos. Reímos. Bebimos. (Sí, sé que lo he dicho dos veces). 
Para la vuelta a casa, María toreaba a los taxis con el bolso, ignorantes de su gesto. 
Bratislava no posee la belleza de Budapest, pero no estamos para comparaciones. Allí se come muy bien. 

He estado con cuatro personas que sé que llegarán lejos. Esto lo decido yo por deformación profesional. Cada uno con lo suyo. El alcohol hace que las conversaciones fluyan y descubras más a los emisores. Aunque yo soy más de emitir. Qué fallo. 
Sus mensajes de ebrios, permanecen en tu, también ebria, memoria. Y luego llegan las psicoanalizaciones: 

Adoro su arte del descaro y el vuelco de amor en lo que hace. El desinterés acompañado del atino. El 'que no te importe' expresado con un 'pasado pisado'. La coherencia superpuesta, repleta de retales de incoherencia para el resto de mortales ciegos. Quizás la suciedad de tu cubo sólo es aquel polvo que los demás volcamos en ti, por no atrevernos a llevar a cabo los actos que tú consideras hasta rutinarios. 

Y a ti, con la potencia expresiva en tu lenguaje, oral y corporal. ¿Qué decir del arte rodeado de arte? 
Los demás somos como ovejas, guiadas al matadero. Ella viene, suelta casi una buena nueva, da las claves de la vida, tanto moral como inmoral, y se va. Montada en ese mismo camión de ovejas descarriadas donde vamos los demás. 
Puro hielo, que deberá no estar en los trópicos para no morir. O convertirse, aún peor, en la placidez del agua. Si alguna vez fueras agua, amiga mía, nunca serías turbia, pero tampoco transparente. Serías de botella. Agua distinta y potable. Aunque, permíteme que te diga, que tienes el sutil arte de atragantar cuando quieras. 

En esos aspectos, os envidio.-dice la Belén soberbia.-Pero se me pasa pronto-dice la bipolar. 

Y a vosotros dos, GRACIAS. 
Por mostrarnos un Erasmus diferente. Y pasando de protocolo: a Jose Carlos, por tu cama. Al turco por la suya. A Jorge por sus cervezas. Por vuestras conversaciones. Ya no sólo por compartir lo vuestro, sino por compartir vuestro tiempo. 

Tener amigos en Bratislava, coincidencias de una noche que ni me pertenece y que dio lugar a mucho más. Con más trasiego, más alcohol y confesiones. 

Porque una velada puede ser mejor si hay chucherías en un cubo, mientras compartimos nuestras rayadas. Y compartir rayadas, implica confianza. 

He llegado a la conclusión, de que nos quedan muchos test por delante. Y es que me encanta meterme donde no me llaman. 

PD: Chicos, lo petáis bastante.

El único ápice de turismo. 

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