martes, 12 de marzo de 2013

Vivir, en 1ª persona del condicional.

Hay algo que hacemos a menudo. Bueno, hay varias cosas que hacemos a menudo, pero una de ellas es tomarnos unas vacaciones del Erasmus (valga la redundancia).
Así descubrimos en 2013: Berlín, Copenhague, Varsovia y en última instancia, Salzburgo e Innsbruck.

Hay muchos medidores en cuanto a la comparación de ciudades. Yo sólo utilizo dos premisas: por un lado, cómo de bien me lo pasé (aquí aprueban todas) y la segunda es si viviría allí.

Esta segunda viene por lo de:
-¿Te gusta la ciudad?
-Sí.
-¿Vivirías allí?
-No.
-¿Entonces?
-No, pero para un par de días esta bien.

Me recuerda a este otro discurso:
-¿Te gusta fulanita?
-Sí.
-¿Estarías con ella?
-No.
-¿Entonces?
-No, pero para un par de días está bien.

Y de aquellos barros vienen estos lodos. A él no le gustó fulanita de tal 'de nunca'. Pero dos días se pasan en cualquier sitio. Y descubrir nuevos lugares siempre está bien. Y sí, me refería a ambos casos.


Comencemos mis juicios, emitidos en pocos días (Los hay que han durado menos. La primera impresión, por ejemplo, que dicen que dura entre 4 y 10 segundos, yo no digo más) :

Berlín.
Berlín es de hormigón. Podía intuirlo debajo de la nieve. Sí, sí, era hormigón. 
Dicen que Berlín ya no es lo que era. Yo ni siquiera quiero saber lo que era. Sé lo que es ahora, y también sé que no puede gustarme un tipo de música al que denomino chimpún-chimpún. Sólo podría ser feliz si me llevase todo el día en la barra del bar, en el país primero del ranking, en cuanto a consumición de cerveza se refiere. Así quién no, ¿verdad? Si total, se me olvidaría que no me gusta aquello. Incluso se me olvidaría volver a casa. Aunque me podría guiar por los raíles del suelo, que indicaban dónde estaba situado el antiguo muro. 
Berlín está cargada de historia, y es por ello que creo, que no queda hueco allí para yo escribir la mía.  


A Mía le encanta Berlín y viviría en una casa okupa. Y sí, duraría allí lo que la batería de su  iPhone.


Copenhague.
Dicen que es una de las ciudades más felices del mundo. Así que sería capaz de soportar su frescor de -10 ºC de media. Viviría en casa y estaría allí gran parte del tiempo, montando muebles de IKEA. 
Me compraría un gato y lo llamaría Bobi. Todo para poder decir: ¿Bobi? ¿Eres tú Bobi? Qué lindo Bobi. 
Allí la política va bien, la economía también, tienen petróleo, así que ni siquiera leería el periódico ni vería las noticias. Preocupaciones cero. Sólo con obligaciones para conmigo y para con Bobi. Lo veo.
Además, si algún día estoy triste, puedo irme a Christiania. 
Joder, claro, por eso es una de las ciudades más felices del mundo. A ver, allí, lo de comprar ropa, regular. El ir de shopping como método antidepresivo, en la capital danesa puede salirte por un riñón, y sin riñones lo de ser feliz... a medias. Como tu aparato urinario en ese momento. Sale más barato comprar Mariguana al peso. 


Christiania como causa y solución de todos tus problemas.

Varsovia.
Para vivir allí primero debería amar el agua con gas. O con bicarbonato. O con sabores. O extendería la moda de beber en los lavabos a morro. ¿A quién coño le gusta el agua con gas? ¡Si ni siquiera quita la sed!
¿Y la gente? Preferiría no decir que sus departamentos de Recursos Humanos no saben lo que hacen. Pero ya lo he dicho. Creo que lo hacen a drede. Es decir, colocan cara al público a todos los polacos estúpidos de mierda, sin generalizar. Qué coño, generalizando. No podría pasarme la vida buscando a personas felices en un sitio lleno de caras largas, aunque sería un reto interesante. No tendría gato por miedo a que muriera de cualquier cosa. De depresión, por ejemplo.
Me tiraría a la bebida. De hecho fue lo que hice allí. Nos bebimos todas las cervezas. 
Y allí también me enamoré. Os lo confieso. Soy una persona abierta, a la cual no le preocupa que le juzguen, si no más bien que no lo hagan. Y si me halagan, mejor. Pero eso, soy una enamoradiza. 
Se llama Soplica y sabe a avellana. Está tan rico... Me compré como souvenir 3 botellas. 
No tengo que vivir necesariamente en Polonia para bebérmela. Bendita importación. 
Allí, simplemente, no hay sitio para nadie. Además es fea. Pero fea fea, como tu amigo ese, el que es muy buena gente. 


Soplica y yo, fundiéndonos en un apasionado beso sin lengua. 

[- Belén, ¿a quién coño le importa todo esto?
- A mi yo del futuro. Que quiero que se ría de mi yo del pasado.
- Ah , vale, perdón. 
- Maldita bipolaridad interruptora. 
- Guapita, te acabas de inventar un adjetivo. 
- ¿A que te callas?]

Salzburgo.
Es impresionantemente encantadora y bonita. Su gente es igual, impresionantemente encantadora y bonita. Y amable. Y sonriente. Y ya paro, sí.
Temía que dijesen en algún momento '¡corten!' y que las fachadas de los edificios se desplomaran hacia atrás. Y que a la gente se le borrase la sonrisa de la cara. Pero no ocurrió nada de eso. Todo siguió siendo awesome. 
A las calles sólo le falta el mismo hilo musical que tienen en el SPAR. ¡Tienen hilo musical con música de Mozart en el SPAR! Así da gusto. Y todo ordenado, a la par de eco. El cartel de eco está implícito en la bandera austriaca. Quizás no lo veáis porque está pequeñito en el dorso. Pero está. Mozart llegó a odiar Salzburgo. Aunque también lo tacharon de loco. Sería por eso, no se puede odiar Salzburgo. 

Innsbruck.
Es como Salzburgo pero en deportivo. Es decir, que no, que no viviría aquí. Ya me conocéis. 
Las montañas empiezan en la puerta de tu casa. Literalmente. Desde Salzburgo las ves, pero no las tocas. Aquí sí. La gente va con sus esquís por la calle. A Bobi no le gusta el esquí. Ni el snowboard. El prefiere estar sentado a la orilla del río mientras lee un libro. 
Bobi es muy yo, por eso lo compré. Cuando lo vi con sus gafitas de cerca sosteniendo un ejemplar del Hamlet de Shakespeare en versión original (porque los gatos nacen ya sabiendo todos los idiomas), me enamoré. 

Así que Salzburgo, sí. Me dejaría la vida en sus rincones. 
Le dije 'bye' a la ciudad número uno de mi lista, que hasta ahora fue Copenhague, y la cambié por ésta. Aunque siempre ocupará el puesto número dos. Ya Varsovia, Berlín e Innsbruck deberán conformarse con este fuerte aplauso del público. 




Qué me gustan las hipótesis en el aire. Así me va. Espera, espera, ¡pero si me va genial! Seguiré con mis hipótesis siempre. Y en el momento que deje de hacerlo, le diré a Bobi que me regañe por olvidarme de quién soy. 

Como dijo Voltaire, 'buscamos la felicidad pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa: sabiendo confusamente que tienen una.' 
Yo sé que mi felicidad está también en un simple café de media tarde, así que voy a ello. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario